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Un poco de historia del Instituto Isabel la Católica

El edificio del Instituto-Escuela

La primera sede del Instituto-Escuela estaba en los locales del Instituto Internacional, en la calle Miguel Ángel. En el curso 1920-21, el Instituto Internacional decidió que, por ser un centro femenino, no podía admitir en sus locales a varones, por lo que la JAE decidió trasladar a los alumnos al Pabellón n.º 5 de la Residencia de Estudiantes. Pero la Junta se dio cuenta de que necestiaba un edificio propio, por lo que compró un terreno al lado del Parque del Retiro, donde construyó una nueva sede para agrupar a sus estudiantes.

El Instituto-Escuela empezó a desarrollar su actividad en unos locales alquilados al Instituto Internacional, situado en en la calle Miguel Ángel nº 8 de Madrid. El Instituto Internacional, cuya sede central estaba en Boston y contaba con profesorado norteamericano, se dedicaba a la educación femenina y empleaba métodos pedagógicos modernos. En 1918, pasaba por un momento de dificultades por la disminución de la afluencia de alumnas a causa de la I Guerra Mundial. Fue entonces cuando decidió alquilar parte de su edificio a la JAE para que instalara allí el Instituto-Escuela. El Instituto Internacional aportó al nuevo centro los profesores de inglés y asesoramiento en trabajos manuales y juegos de alumnas, además del internado para éstas. Durante los dos primeros cursos, el Instituto-Escuela utilizó las instalaciones del Instituto Internacional para atender la Preparatoria y los dos primeros cursos de la Enseñanza Secundaria.

Sin embargo, en el curso 1920-21, el Instituto Internacional decidió que, por ser un centro femenino de formación, no podían admitir en sus locales a los alumnos varones de Secundaria del Instituto-Escuela. La Junta decidió entonces trasladar a los alumnos al Pabellón nº 5 de la Residencia de Estudiantes, situada en la calle Pinar, en los Altos del Hipódromo. En esta misma zona, la JAE ya había alquilado el curso anterior un terreno de 37.512 metros cuadrados destinado a los juegos al aire libre. Las alumnas del Instituto-Escuela y de la residencia femenina continuaron en el Instituto Internacional. En aquel momento, por tanto, la sección de Enseñanza Secundaria del Instituto-Escuela se encontró con el inconveniente de estar dividida en dos sedes: la de la calle Miguel Ángel (femenina) y la del Hipódromo (masculina). Pero la JAE quería que esta situación fuera sólo provisional. El Instituto-Escuela necesitaba con urgencia un edificio propio, un espacio único y bien dotado para poder cumplir con sus objetivos pedagógicos. Consciente del problema, la JAE compró en 1921 al Real Patronato de Nuestra Señora de Atocha un terreno en el lado sur del Parque del Retiro, donde los alumnos pudieran estudiar “resguardados por la arboleda de los vientos del norte, lejos de focos de infección y de aglomeraciones de tráfico, muy accesible para niños de distritos populosos y colindante con terrenos del Estado”.

Así pues, para llevar a cabo el proyecto pedagógico del Instituto-Escuela, la JAE planeó levantar en los terrenos adquiridos junto al Parque del Retiro todo un complejo de edificios destinados a la Preparatoria, a la Enseñanza Secundaria y a residencias para alumnos. En 1922, se encargó la redacción del proyecto de edificaciones al arquitecto Francisco Javier Luque, quien aquel mismo año presentó el primer proyecto del tercer pabellón y la residencia aneja. Sin embargo, el proyecto original de la JAE se truncó por limitaciones presupuestarias, puesto que al final sólo se construyó este tercer pabellón, que el Instituto-Escuela destinó a partir de 1928 a la Enseñanza Secundaria. El resto de los pabellones proyectados, por tanto, no se llegaron a construir. El organismo encargado de examinar y aprobar los proyectos de los edificios escolares era la Junta de Construcciones Civiles, que dependía del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. En el momento en que se aprobó el proyecto del Instituto-Escuela Sección Retiro, el presidente de dicha Junta era el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco y el secretario, Manuel Zabala y Gallardo.

Cuando el edificio de Secundaria de la Sección Retiro se terminó de construir, como resultaba insuficiente para albergar la totalidad de los alumnos y alumnas del Instituto-Escuela, surgió el problema de quién debía ocuparlo. En un escrito del Comité del Patronato del Instituto-Escuela firmado por Julio Carretero, en su calidad de secretario de dicho Comité y dirigido al presidente de la JAE, se le comunica la conveniencia de mantener separados a alumnos y alumnas, que debían repartirse entre el edificio del Hipódromo y el nuevo local de Retiro, puesto que el Instituto-Escuela ya no podía disponer del local de Miguel Ángel al denegar el Instituto Internacional la prórroga de su arrendamiento. Dejar a las alumnas en la Sección Hipódromo al Patronato no le parecía recomendable, porque, a su juicio, la vecindad de los alumnos que se alojaban en la Residencia de Estudiantes “tendría todos los inconvenientes y ninguna de las posibles ventajas de la coeducación”. Pero, por otra parte, como los locales del nuevo edificio de la Sección Retiro estaban mejor dotados de laboratorios, talleres y demás espacios necesarios para el trabajo personal de los alumnos, el Patronato propuso en última instancia que la solución menos perjudicial era trasladar a aquéllos al nuevo edificio con el fin de que pudieran aprovechar sus mejores condiciones para el aprendizaje de las Ciencias. Hoy nos sorprende el argumento que entonces hicieron valer los miembros del Patronato del Instituto-Escuela para tomar tal decisión. El traslado de los alumnos a la Sección Retiro se justificó por una realidad social que exigía a los alumnos una mayor preparación científica que a las alumnas. Un acta posterior al citado escrito hace referencia al acuerdo tomado por la JAE en el que se ratifica la distribución acordada por el Patronato del Instiuto-Escuela, apoyándose para la ocasión en un segundo escrito que el Instituto había hecho llegar a la Junta a través del Profesor Delegado, según el cual la mayoría de los padres, profesores y vocales del Patronato consideraban acertada la resolución que éste había adoptado. Así, finalmente, las alumnas tuvieron que quedarse en los locales de la Sección Hipódromo, contiguos a la Residencia de Estudiantes mientras que los alumnos ocupaban el nuevo edificio de la Sección Retiro.

El Instituto-Escuela: un laboratorio pedagógico

En el preámbulo de la ley que creó la JAE se decía que sus objetivos eran formar y modernizar al profesorado español para promover el cambio y el progreso de la vida cultural y científica española. Para conseguir estas actividades, una de las actividades que se propuso fue la creación de nuevos y modernos centros educativos para los diferentes niveles de enseñanza. La gran apuesta de la Junta por la educación fue el Instituto-Escuela, un centro que abarcaba la enseñanza no universitaria, creado en 1918. Su principal objetivo era poner en práctica una pedagogía innovadora que tenía como referencia las más avanzadas corrientes europeas en el campo de la educación, así como los planteamientos de reforma de la enseñanza secundaria de Francisco Giner de los Ríos y de la ILE.

El Instituto-Escuela funcionaba como un laboratorio más de la JAE, es decir, como un centro de innovación y experimentación para modernizar la enseñanza secundaria. Al igual que los laboratorios trabajan y experimentan antes de dar por válidos sus descubrimientos, el Instituto-Escuela fue concebido desde su creación como un centro experimental cuyos resultados sirvieran de base o modelo para una eventual reforma de la enseñanza secundaria en España.

El carácter de laboratorio del Instituto-Escuela no se reflejaba sólo en el aspecto experimental, y por tanto provisional, en sus primeros años. El espíritu científico también se manifestaba en el trabajo de los profesionales del IE, a los que se les pedía el rigor, la actualización de los conocimientos, el trabajo coordinado y la evaluación de resultados que se exigían en un laboratorio científico. En todo ello, se evidenciaba el propósito de la JAE de extender una moral y unas pautas de comportamiento científicas que, más allá de la actividad de los laboratorios, debía impregnar la misma vida social.

El ensayo que se pretendía con el Instituto-Escuela debía abarcar los problemas fundamentales de la enseñanza secundaria -unos todavía discutidos y otros necesitados de adecuación a los nuevos tiempos-, como los planes de estudios, el sistema de un bachillerato único o múltiple, los métodos y prácticas docentes de cada materia, el mecanismo de promoción de los alumnos, la acción educativa y el influjo moral sobre ellos, la formación de su carácter, los deportes y el ejercicio físico, los problemas de higiene, la cooperación entre la familia y la escuela, las relaciones entre ésta y el medio social, etc.

En el R.D. de fundación del Instituto-Escuela, se encomendó su gestión a la JAE, un organismo oficial dependiente del Ministerio de Instrucción Pública. Al nuevo centro se le dotó de autonomía suficiente para garantizar la libertad en la experimentación de las iniciativas que pudiera llevar a cabo. La JAE, y esto es importante, estaba en contacto con instituciones pedagógicas y científicas de Europa y América, y además contaba con la sólida experiencia educativa adquirida con la gestión de la Residencia de Estudiantes. Así pues, la Junta se encargó de las líneas generales organizativas y pedagógicas del Instituto-Escuela, además de contratar al profesorado, que estuvo formado por catedráticos previamente seleccionados procedentes de la enseñanza oficial. La selección del profesorado se consideró especialmente importante, puesto que la JAE pensaba que si otros planes de enseñanza habían fracasado era porque el personal docente no se había identificado con el pensamiento del reformador o no había tenido los medios necesarios para secundarlo. La relación del Instituto-Escuela con la JAE fue, por tanto, muy estrecha.

La nueva institución debía funcionar también como escuela de formación del profesorado de acuerdo con los nuevos planteamientos educativos. Por esta razón, se denominó Instituto-Escuela. Los profesores allí formados se denominaban “aspirantes al magisterio secundario”.

El Instituto-Escuela no tuvo director, sino un Profesor Delegado ante la Junta. Uno de los catedráticos del Instituto-EscuelaE, elegido por la Junta de Profesores, desempeñaba el cargo de Profesor Delegado, cuyo cometido era servir de enlace entre las dos instituciones.

A partir de 1925, se creó un Patronato específico para el Instituto-Escuela que estuvo integrado por miembros de la Junta: Ignacio Bolívar, Ramón Menéndez Pidal, José Ortega y Gasset, Blas Cabrera, José G. Álvarez Ude y María de Maeztu.

Cuando en 1933 se procedió a la “reorganización unificadora” de todas las secciones (infantil, primaria y secundaria), el Instituto-Escuela continuó dependiendo de la JAE. A partir de este año, el Patronato siguió constituido por miembros de la Junta, pero amplió el número de sus miembros al incorporarse a él representantes de la Junta de Profesores (a través del Profesor Delegado), de los padres y de los alumnos (con la presencia de antiguos alumnos del Instituto-Escuela). Por lo demás, tras la citada reorganización, los asesores técnicos que se nombraron para las diferentes materias fueron destacados miembros de la JAE: Américo Castro, para Lenguas vivas; Pedro Salinas, para Español y Literatura; Enrique Moles, para Física y Química; Cándido Bolívar, para Ciencias Naturales; Francisco A. Navarro, para Matemáticas y Javier Zubiri, para Filosofía.

Las certificaciones administrativas no las firmaba el secretario del Instituto-Escuela, que no existió hasta 1933. La firma corría a cargo de José Castillejo, a veces con el visto bueno de Santiago Ramón y Cajal, presidente de la JAE, o de Ramón Menéndez Pidal, su vicepresidente. En el archivo del IES Isabel la Católica, no hay constancia de libros de actas de las sesiones del Claustro de Profesores del Instituto-Escuela hasta 1933. Acerca de su funcionamiento antes de este año, sólo disponemos de información a través de las memorias anuales de la JAE y de los expedientes de los alumnos conservados en el archivo.

Los catedráticos del Instituto-Escuela colaboraron muy frecuentemente con las instituciones que dependían de la JAE, como sus laboratorios, el Museo de Ciencias Naturales, el Jardín Botánico o las diferentes secciones del Centro de Estudios Históricos. Los profesores aspirantes también mantuvieron contacto con estas instituciones, puesto que para completar su formación la Junta les daba la oportunidad de colaborar con ellas de acuerdo con su especialidad.

Fue la JAE la que inspiró los objetivos, los métodos de enseñanza y el plan de estudios del Instituto-Escuela. En su decreto de fundación se estableció que las enseñanzas se distribuían en tres cursos de Preparatoria (Primaria) y seis de Bachillerato (Secundaria). En este nivel, los cuatro primeros años eran comunes para todos los alumnos y en los dos últimos podían especializarse en Ciencias o Letras, para lo cual se propusieron en principio una serie de combinaciones de materias que en la práctica, como demuestran sus expedientes, no se llevó a cabo probablemente por problemas organizativos. La realidad fue que los alumnos de Ciencias y de Letras tuvieron opciones cerradas.

La sección Preparatoria tenía como objetivos fundamentales dar una formación básica homogénea y proporcionar hábitos y métodos de estudio a los alumnos para hacer el Bachillerato. Poco después de la creación del Instituto-Escuela, y a petición de las familias, la Preparatoria se amplió con una nueva sección infantil.

La metodología que se propuso aplicar el Instituto-Escuela se basó desde un principio en el método activo, que primaba la observación directa y el trabajo personal de los alumnos. De acuerdo con él, cobraron una gran importancia los cuadernos escolares, los experimentos, los trabajos manuales y todas las formas de correlación entre el pensar y el hacer. Como el Instituto-Escuela aspiraba a una educación integral de los alumnos, en su proceso de aprendizaje no sólo se contemplaban la adquisición de conocimientos sino también la formación del carácter y el desarrollo de todas sus facultades, con el fin de favorecer su pleno desarrollo físico, moral e intelectual.

Para evaluar el rendimiento de los alumnos, el Instituto-Escuela suprimió los exámenes finales por asignatura y, como ya se hacía en otros países, optó por la valoración del trabajo continuado en clase, atendiendo a sus intervenciones, cuadernos con resúmenes y anotaciones, prácticas de laboratorio, exámenes parciales, etc. El hecho de que en el Instituto-Escuela las clases no superaran el número de 30 alumnos facilitaba el seguimiento de su actividad diaria. Las calificaciones que podían obtener al acabar el curso dejaron de depender, por tanto, de la realización de un único examen final.

Tomado del libro de Encarnación Martínez Alfaro: Un laboratorio pedagógico de la Junta para Ampliación de Estudios. El Instituto-Escuela Sección Retiro de Madrid, Madrid: Biblioteca Nueva/CEIMES, 2009.



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