Edificio - Isabel la Católica
La recuperación del patrimonio material atesorado a lo largo del tiempo por los institutos históricos madrileños es uno de los objetivos prioritarios del programa CEIMES. Los edificios, los espacios y los objetos ayudan a entender mejor la evolución de las diferentes sensibilidades educativas. Lejos de ser una simple herencia del pasado, ese acervo cultural, rescatado del olvido y devuelto a la actualidad de las aulas, recobra toda su vocación primera y sigue prestando apoyo a la docencia.
EL EDIFICIO
El edificio histórico del IES Isabel la Católica empezó a funcionar como sección de secundaria del Instituto-Escuela en el curso 1928-29. Era la llamada Sección Retiro, limítrofe con las tapias del parque, para diferenciarla de la Sección Hipódromo, situada en uno de los pabellones de la Residencia de Estudiantes. Su ubicación se eligió cuidadosamente y, ya que el edificio no podía estar en plena naturaleza como era el ideal de las Escuelas Nuevas inglesas, se procuró que al menos estuviera en un lugar arbolado, alejado del núcleo de población y del incipiente tráfico rodado madrileño.
El arquitecto Francisco Javier Luque y López proyectó el edificio de acuerdo con los postulados de Antonio Flórez, renovador de la arquitectura escolar a principios del siglo XX. Luque y López conocía de primera mano la obra de Flórez al haber sido continuador de su trabajo en la Residencia de Estudiantes. El resultado fue una construcción historicista de planta cuadrada y dos alturas, ornamentada con torreones en las cuatro esquinas y amplios aleros en los tejados.
LOS ESPACIOS
Un reloj suspendido del techo preside el vestíbulo. Normalmente, el intercambio entre profesores y alumnos tenía lugar entre los muros del edificio. Sin embargo, el proyecto pedagógico del Instituto-Escuela incorporó el amplio espacio existente alrededor del inmueble y lo empleó como terreno de prácticas de Agricultura. Allí se cultivaron árboles frutales, algunos todavía en pie, y todo tipo de plantas para el estudio de la Botánica. Además, se crearon campos de juego y de deportes, actividades lúdicas y formativas a las que se les otorgaba una enorme importancia.
La organización del interior del edificio se inspira en las corrientes arquitectónicas racionalistas e higienistas de principios del siglo XX. Las aulas se distribuyen alrededor de un amplio vestíbulo con carácter multifuncional, en el que se celebraron conciertos, representaciones teatrales e incluso proyecciones cinematográficas. Un escudo de España y un busto de Isabel la Católica, enmarcados por una monumental escalera en aspa, presiden el espacio.
Los pasillos entre las aulas no son espaciosos, ya que estaba previsto que el número de alumnos circulando entre ellas nunca superase los treinta. En todas las salas hay amplios ventanales de desarrollo vertical que permiten una gran luminosidad en el interior y una amplia visibilidad hacia el espacio arbolado exterior, en consonancia con las teorías higienistas de la época.
La biblioteca se sitúa en la planta baja. Entre sus fondos figuran 1505 libros sellados del Instituto-Escuela, además de otros 300 atribuibles al mismo periodo pese a carecer de sello. Los más antiguos datan de los años finales del siglo XIX, mientras que las últimas adquisiciones se hicieron en 1936. Las obras abarcan todas las materias: literatura, ciencias naturales, latín, geografía, arte etc. Buena parte de ellas están escritas en otros idiomas, sobre todo en francés, alemán e inglés. En el sótano del edificio existían otros espacios útiles, dedicados a talleres, aulas de Dibujo y Música y laboratorio de Agricultura.
Los profesores de Biología, Geología, Física y Química contaron con modernos laboratorios para la enseñanza práctica de sus respectivas disciplinas. Estos lugares de ciencia se instalaron en el primer piso de los cuatro torreones esquineros, allí donde el espacio era más amplio y la luz más abundante. Tan privilegiada situación era buena prueba del protagonismo otorgado al estudio de las ciencias experimentales en la formación de los alumnos.
Todos los laboratorios se dotaron de un moderno mobiliario de madera. Cada mesa permitía la ubicación de seis alumnos, tres de cada lado, que se sentaban sobre taburetes altos. Cada estudiante disponía de un cajón y de un pequeño compartimento lateral para guardar sus pertenencias. En el centro, unas estanterías permitían colocar objetos y reactivos al alcance de la mano. En el laboratorio de Biología, cada puesto contaba, además, con un grifo para la traída de aguas, un pequeño desagüadero y una llegada de gas para alimentar los mecheros de mesa (conocidos como mecheros o quemadores Bunsen).
Un buen número de objetos históricos empleados en la enseñanza de la Biología en el IES Isabel la Católica ha llegado hasta nosotros. Actualmente se guardan en el edificio principal y se disponen, a modo de gabinete, en un gran armario de madera situado en el laboratorio de la disciplina. Este mueble de cinco cuerpos tiene la mayoría de las puertas acristaladas para facilitar la observación de los ejemplares que se almacenan en su interior.
Autoría: Santiago Aragón y Encarnación Martínez Alfaro
Patrimonio del Instituto Isabel la Católica