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Manuales de estudio para la enseñanza de las ciencias naturales

Por extraño que nos pueda resultar hoy en día, el conocimiento del medio natural que nos rodea tardó en afianzarse como materia de estudio. Su enseñanza se institucionalizó en España en 1845, cuando la entrada en vigor del denominado Plan Pidal responsabilizó al Estado de la función docente. El real decreto dado por Pedro José Pidal, ministro de la Gobernación, perseguía la centralización y el control gubernamental del proceso educativo. Ese mismo año, durante el curso académico 1845-46, las ciencias naturales comenzaron a ser impartidas como asignatura en los institutos Cardenal Cisneros y San Isidro de Madrid en una experiencia pionera.

Presentar las producciones de la naturaleza a un público primerizo, desconocedor de los rudimentos de la cuestión, no era tarea fácil. Para empezar, el ámbito de aplicación de la disciplina estaba aún por delimitar. A finales del siglo XVIII por «natural» se entendía lo mismo que por «físico», y todos los cuerpos, tanto naturales como artificiales, constituían el objeto de estudio de las citadas ciencias. La «historia natural» se ocupaba en exclusiva de los «cuerpos naturales», tanto de los brutos o inertes, como de los organizados o vivos. Con el paso del tiempo, los cuerpos artificiales fueron excluidos y ya a mediados del siglo XIX las expresiones «ciencias naturales» e «historia natural» comenzaron a utilizarse de manera indistinta. Finalmente, la fórmula «ciencias naturales» se impuso a principios del siglo XX. Además, se planteaba el problema de cómo abordar un estudio decididamente complejo. ¿Había que partir a priori de las clasificaciones ya elaboradas por los naturalistas para presentar las diversas producciones naturales al alumnado o, por el contrario, era mejor partir del objeto real, del animal o la planta, para inferir a posteriori las similitudes y diferencias en las que se podían basar esas clasificaciones? Dicho de otra forma, ¿se trataba de formar eruditos instruidos en un saber de tipo enciclopédico o, más bien, de desarrollar las capacidades de observación y de deducción de los estudiantes?

La falta de una tradición nacional al respecto hizo que los ojos se volvieran hacia Francia, país en el que la enseñanza elemental de las ciencias físicas y naturales ya estaba afianzada. Su estudio obligatorio se había iniciado en 1794 durante la Convención, el gobierno surgido tras la Revolución. Desde entonces, y hasta bien entrado el siglo XX, existieron varias tendencias en la historia de la docencia de las ciencias naturales en Francia.

En el ámbito académico español las ciencias naturales hicieron irrupción en septiembre de 1845 con el título de Nociones de Historia Natural, asignatura de 5º curso a la que se le dedicaba una lección diaria de hora y media. Debido a la falta de un manual oficial de estudio aprobado en esa fecha, cada profesor tuvo que elaborar sus propios apuntes. Poco después, por Real Orden de 14 de septiembre de 1848, el gobierno adoptó dos libros de texto oficiales, dos obras francesas traducidas al español. Se trataba de Nociones de Historia Natural, escrita por Apollinaire Bouchardat y traducida por Luis Sánchez Toca, y Lecciones de Historia Natural de Louis Doyère, traducida por Lucas de Tornos.

Una nueva Real Orden, dada el 14 de septiembre de 1849, mantuvo los manuales de Bouchardat y Doyère e incluyó dos más. El primero de ellos era otra obra francesa, escrita por Henri Milne Edwards y traducida por Miguel Guitart y Buch con el título de Cuadernos de Historia Natural. El segundo se trataba de un texto español titulado Manual de Historia Natural, obra de Manuel María José de Galdo López de Neira, único catedrático de Historia Natural del instituto Cardenal Cisneros entre los años 1845 y 1894. Galdo presentó su manual ante la Instrucción Pública en 1848 y el documento se empleó hasta la muerte del autor. De él se hicieron diez ediciones que significaron 46 años de pervivencia para una obra que también se empleó en otros institutos de segunda enseñanza, como los de Ciudad Real, Segovia, Cuenca, Guadalajara, Toledo y San Isidro de Madrid, además de en las escuelas superiores de maestros de Ciudad Real y Toledo.

En 1861 el Consejo de Instrucción Pública aprobó otros dos manuales de la especialidad: los de Bosch y de Sandalio Pereda (profesor de Historia Natural en el instituto de San Isidro). Desde 1820 existía un manual, editado en Barcelona, escrito por Agustín Yáñez.

Lecciones de Historia Natural (e Louis Doyère, traducida por Lucas de Tornos)

Cuadernos de Historia Natural (de Henri Milne Edwards, traducidos por Miguel Guitart y Buch)

Manual de Historia Natural (de Manuel María José de Galdo López de Neira, 1848)

Elementos de Historia Natural (de Ignacio Bolívar, Salvador Calderón y Francisco Quiroga. 1890)

Autoría: Santiago Aragón



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