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Elementos de Historia Natural (de Ignacio Bolívar, Salvador Calderón y Francisco Quiroga. 1890)

Elementos de Historia Natural (de Ignacio Bolívar, Salvador Calderón y Francisco Quiroga. 1890)

Tras la revolución de 1868, las reformas educativas que se producen en el instituto del Cardenal Cisneros de Madrid se realizan por la vía del ensayo. En ese laboratorio pedagógico experimentaron profesores y alumnos krausistas de la Universidad Central que renunciaron a sus sueldos y unieron sus voluntades a las de varios catedráticos progresistas del Instituto, incluido Galdo, para convertir a la institución en el escaparate educativo que invitase al resto de los establecimientos de secundaria a la regeneración moral y social del país a través de la educación. El nuevo Bachillerato, que excluía la enseñanza del latín y de la religión para potenciar la formación en ciencias, fue fugazmente ensayado en el centro entre 1868 y 1877.

Unos años más tarde, Ignacio Bolivar y Francisco Quiroga, catedráticos en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central y en el Museo de Ciencias Naturales y profesores de la Institución Libre de Enseñanza, junto a Salvador Calderón, catedrático y decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Sevilla y también profesor de la Institución, van a dar forma a un nuevo manual de ciencias naturales titulado Elementos de Historia Natural que recupera ese mismo espíritu renovador.

Este texto, fruto de la colaboración de tres profesores de la Institución Libre de Enseñanza, marca un punto de inflexión en la materia. El enfoque de la obra es radicalmente opuesto al tradicional, hasta tal punto que los autores se ven obligados a justificar esa evidente ruptura en el prólogo:

No se crea que por haber emprendido un rumbo nuevo en la redacción de estos Elementos y por diferir notablemente su contenido de los diversos manuales de Historia Natural escritos hasta aquí en nuestra lengua, seamos irrespetuosos para nuestros antecesores en semejante tarea: al contrario, nosotros no aludiremos a nuestros maestros sino con la deferencia que se les debe, porque no olvidamos que los defectos en que hayan podido incurrir han sido ampliamente compensados con los servicios que han prestado a la enseñanza y a las difusión de estos conocimientos en nuestra patria.

Continuadores del espíritu reformista del nuevo Bachillerato, fugazmente ensayado en el instituto Cardenal Cisneros entre 1868 y 1877, y continuadores de la filosofía krausista, Bolívar, Calderón y Quiroga definen la Naturaleza como un «conjunto armónico de sustancias, criaturas y fuerzas». Como parte integrante de esa unidad, el alumno debe descubrir la realidad física mediante la experiencia personal, nunca a través de la memorización de un discurso dogmático y con frecuencia abstracto. La habilidad del docente a la hora de presentar los temas resultaba crucial en este aspecto:

A poco que fijemos nuestra atención en las relaciones que existen entre los seres, empezamos a descubrirlas por todas partes y a adivinar otras que no se perciben a primeras vista, lo cual permite inducir la existencia de grandes leyes de conexión recíproca en todas las manifestaciones del mundo que nos rodea.

La vida consistiría pues en un cambio de sustancia y fuerza. Los elementos que existen en el suelo, el aire y el agua pasarían a formar parte de las plantas y de éstas irían a los animales para, tras su muerte, ser devueltos desde ambos a la tierra y a la atmósfera. En consecuencia, la Historia Natural sería «el estudio filosófico, esto es, en sus leyes generales, e histórico, o sea descriptivo, de todos los seres que existen», englobando en la categoría de ser a los propios astros. En buena lógica, los tratados generales en los que la referida ciencia se dividía eran la Uranografía, dedicada a los astros en general, la Geología, referida a la Tierra en particular y, finalmente, la Biología, centrada en los seres vivos que la pueblan.

Respecto a esta última, los autores distinguían una parte que se ocupa del conocimiento de los elementos que componen los organismos (Histología y Anatomía) y otra de las funciones que desempeñan los órganos y sistemas (Fisiología). Ambas se pueden aplicar al conocimiento especial de los animales (Zoología) o al de las plantas (Botánica), un moderno enfoque que resalta la unidad de lo vivo más allá de su apariencia. De hecho, en su tratado los autores desarrollan temas que en aquel momento continuaban siendo objeto de polémica científica, come el concepto de especie, la herencia y la evolución, la ontogenia y la filogenia. En este último aspecto, los institucionistas se muestran contrarios a la idea de la existencia de una «escala de los seres» basada en la tradición aristotélica heredada por la Iglesia Católica, y se declaran partidarios de una filiación de los seres vivos en forma de árbol, tal como la presentan las actuales filogenias.

En 1923, Ignacio Bolívar publicó una nueva edición más completa con el título de Nuevos elementos de Historia Natural.
 



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