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Manual de Historia Natural (de Manuel María José de Galdo López de Neira, 1848)

Manual de Historia Natural: obra escrita para uso de alumos de la segunda enseñanza en las universidades, institutos y colegios

En la biblioteca del Instituto Cardenal Cisneros se conservan tres ediciones diferentes del manual de Manuel María José de Galdo. El ejemplar más antiguo data de 1848 y es ejemplar único. Ese año sólo dos volúmenes salieron de la imprenta de Higinio Meneses, situada en la calle Valverde 24, libros destinados al Consejo General de Instrucción Pública para su aprobación. El que sirvió al Consejo en su evaluación ha desaparecido y hoy solamente se conserva el custodiado en el Instituto. El manual estaba dedicado a la reina Isabel II y constituye el primer libro escrito en castellano dedicado a la enseñanza de la Historia Natural en secundaria.

Los contenidos del curso de Galdo se organizaban de la siguiente manera: dos lecciones introductorias para presentar una serie de nociones preliminares, 25 lecciones de mineralogía, tres de geología, 36 de zoología y 24 de botánica. Para el autor, la totalidad de los seres que pueblan el universo constituyen el objeto de estudio de la Historia Natural, disciplina que no sólo abarca al conjunto en general sino también a cada organismo en particular, ya sea éste inorgánico u orgánico, y permite reconocerlo para así no confundirlo con cualquiera de los otros.

En todas las lecciones los contenidos se desarrollan a partir de ideas expresadas en forma de párrafo corto, por ejemplo: “Antiguamente se usaba como sinónima de minerales la palabra fósiles; así se decía el fósil plata, cobre, etc.; mas en el día se usa para designar con ella los restos de cuerpos orgánicos convertidos del todo o parte en minerales. El estudio de los fósiles corresponde a una ciencia que se denomina Paleontología”. El estudio debía pues implicar una fuerte dosis de memoria, sobre todo en lo tocante a las clasificaciones, tanto de minerales como de animales y plantas.

En su primer manual de estudio Galdo sigue las directrices marcadas por sus colegas franceses y, claramente, se inspira de las obras galas aconsejadas por el gobierno. Como en Francia, el estudio de la zoología lo estructura en torno a las grandes funciones vitales y la sistemática animal. En la presentación de las funciones sigue el mismo esquema que Doyère aunque resume considerablemente la información dada sobre cada una de ellas. En lo referente a la diversidad del reino animal, Galdo da por sentado el carácter hipotético y provisional de toda clasificación y se limita a exponer las propuestas hechas por Linneo, quien se basaba en el fluido vital y distinguía animales con sangre roja y caliente, con sangre roja y fría y con sangre blanca o linfa, por Cuvier y Milne-Edwards, que establecían cuatro grupos denominados vertebrados, moluscos, articulados y zoófitos y por de Blainville, autor que se basaba en la forma del organismo y reconocía animales simétricos o zigomorfos, radiados o actinomorfos e irregulares o heteromorfos.

En las sucesivas ediciones del manual Galdo incorpora referencias al entorno natural español y, poco a poco, va apropiándose de sus fuentes. El proceso resulta especialmente evidente en las lecciones de geología y mineralogía, temas en los que la información general se completa con datos locales como, por ejemplo, la situación geográfica de los principales afloramientos de minerales en nuestro país.

En lo tocante a la botánica, las lecciones son básicamente descriptivas y sólo de forma breve se hace referencia a la nutrición de los vegetales, a la circulación de la savia, al crecimiento de los tallos y a la reproducción y germinación. La sistemática vegetal expuesta se basa en el sistema sexual de Linneo modificado según el botánico español Cavanilles y se incluyen referencias a los métodos propuestos por el naturalista francés de Jussieu y el suizo de Candolle.

La biblioteca del Instituto Cardenal Cisneros también posee un ejemplar de una edición intermedia, la del año 1860. De nuevo dedicada a la reina Isabel II, la obra reproduce el prólogo de la primera edición del que, a continuación, se reproduce un fragmento que claramente habla de las intenciones a la hora de escribir el texto y del proceso de apropiación de las fuentes:

"Desde que en 1845 el Gobierno de SM tuvo a bien confiarme la Cátedra de Historia Natural, desde entonces, repito, pude convencerme de la urgente necesidad, que tenían los alumnos de una obra verdaderamente elemental y arreglada al estado actual de la ciencia. De pocas (quizá de ninguna) pude valerme en aquellos momentos, pues si bien en España circulaban varias obras dichas elementales, ninguna a excepción de la publicada en Barcelona en 1820 por el distinguido profesor D. Agustín Yáñez podía llevar el título de tal, pues casi todas traducidas del francés y arregladas a otro plan de enseñanza dejaban un gran vacío; un una palabra, no era tan elementales cual convenía. (…) he procurado dar a conocer con la brevedad y claridad posibles cuantas riquezas naturales presenta nuestro suelo, valiéndome para ello de cuadros analíticos y de nombres conocidos o peculiares de España. En Mineralogía adopto el sistema de Mr. Beudant, dando pues para su mejor inteligencia unas ligeras nociones sobre la nomenclatura química. En Geología demuestro, aunque con brevedad, la concordancia de los Libros Sagrados con los descubrimientos de la ciencia. En la Zoología, siguiendo el sistema de Cuvier, doy a conocer, en lo posible, los animales que en nuestro país representan los diversos grupos; y por último en la Botánica, que podrá creerse no proporcionada en extensión con las otras partes (y esto depende de no dar cabida a descripción de vegetal alguno) prefiero el método de M. de Candolle."

Al final de dicho prólogo, Galdo confiesa su intención de ilustrar la obra, iniciativa frustrada aquel año por la tardanza en la realización de las ilustraciones.

El tercero de los ejemplares custodiados en la biblioteca del instituto, una edición de 1865, ya se encuentra profusamente ilustrado con 342 grabados intercalados en el texto, esfuerzo pedagógico que se completa con la inclusión de resúmenes escritos con letra cursiva o bastardilla que extractan lo esencial de cada capítulo. Algunos de los grabados parecen corresponderse con ejemplares de la colección del Instituto, objetos que, en caso de ser cierta la relación, habrían sido dibujados del natural y con el fin único de ilustrar la obra. Entre otros ejemplos, se pueden citar del galápago, erróneamente identificado en el libro como una tortuga terrestre, o el del cocodrilo. En esa edición tardía, el contenido del texto no varía sustancialmente excepto en lo referente a la botánica, disciplina que aparece mucho más desarrollada que en ediciones precedentes.

De manera significativa, la edición de 1865 no se dedica a la reina, y es que Galdo participó en la primera cuestión universitaria y se negó a firmar la carta de apoyo a Isabel II, decisión que le acarreó consecuencias negativas.
 



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