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Un poco de historia del Instituto Cardenal Cisneros

En 1850 Madrid inicia su camino hacia la modernidad. La orgullosa villa castiza comienza entonces el proceso de transformación en naciente ciudad cosmopolita. Numerosas obras públicas surgen al amparo de una nueva concepción del urbanismo que quiere esponjar el abigarrado e insalubre tejido urbano. Al mismo tiempo, la capital trata de recuperar el retraso económico acumulado y se sube al tren de la industrialización. Tal dinamismo atrae población rural de las provincias limítrofes, incremento demográfico que queda perfectamente reflejado en el aumento de alumnos matriculados en educación secundaria. A partir de ese momento, los dos únicos institutos de Madrid: el San Isidro y el del Noviciado (desde 1877 llamado del Cardenal Cisneros), contarán con numerosos colegios privados adscritos

La nueva ordenación urbana y las preferencias de la clase burguesa determinarán el alumnado y el carácter del Instituto del Noviciado, centro que va a influir de manera notable en la sociedad madrileña. Numerosos profesores, además de formar a sus alumnos, van a implicarse de forma activa en la vida de la ciudad. Así, Galdo López de Neira, catedrático de Historia Natural, ejercerá funciones de alcalde en periodos de especial trascendencia histórica. A él se le deben, entre otras actuaciones, el nomenclátor de las calles del Barrio de Salamanca y la creación de las Escuelas Aguirre.

El Instituto de Segunda Enseñanza del Cardenal Cisneros se crea en Madrid por Real Orden de 16 de diciembre de 1837. Sus orígenes hay que buscarlos en los Colegios Menores de Filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares, trasladados a Madrid, junto con el resto de la facultad, en ese año.

Desde su creación, el Instituto acompañó a la Facultad de Filosofía en sus diferentes sedes: un edifico militar de Moncloa, el convento de las Salesas Viejas y, desde 1845, el noviciado de los jesuitas en la calle Ancha de San Bernardo con vuelta a la calle Reyes, lugar donde se asentó definitivamente. A partir de ese momento se llevó a cabo la reorganización de los estudios de Secundaria conforme al plan de estudios de Pidal y, posteriormente, a la ley Moyano de 1857. Las actuaciones de profesores y alumnos se basaron desde entonces en la aplicación de los Reglamentos de Segunda Enseñanza.

Durante gran parte de su existencia, el Instituto Cardenal Cisneros ha compartido aulas, gabinetes y laboratorios con las facultades de Filosofía, Ciencias y Derecho de la Universidad Central de Madrid. Todo acontecimiento ocurrido en el ámbito universitario repercutía en el Instituto con fuerte intensidad. Esa circunstancia hizo que el centro se convirtiera en el foro de debate del futuro de la segunda enseñanza y de los diferentes planes de estudio. La historia del Instituto corre pareja con la historia de las enseñanzas medias y, desde 1868, sus instalaciones han sido el laboratorio de experimentación pedagógica en el que se han puesto a prueba las distintas sensibilidades educativas. De todas formas, y debido a sus orígenes y vinculación con la facultad de Filosofía, en una primera etapa el Cardenal Cisneros sólo ofertó un bachillerato clásico y humanístico. Los estudios de aplicación y formación profesional en Madrid se impartían únicamente en el Instituto de San Isidro.

El estudio de esta institución nos permite conocer cómo era un instituto de segunda enseñanza, universitario y de primera clase, con una gran proyección social en el siglo XIX y XX, Profesores y alumnos conformaron una institución que ejerció gran influencia sobre una elite de estudiantes, minoría que, tras su paso por la Universidad, estuvo llamada a asumir puestos de responsabilidad en las esferas políticas, militares, eclesiásticas, jurídicas, científicas, artísticas y literarias.

Autoría: Santiago Aragón y Carmen Rodríguez Guerrero



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