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Los alumnos del Cardenal Cisneros

Nota general sobre los estudiantes que acudían al instituto Cardenal Cisneros, anteriormente llamado Noviciado

Cuando en 1845 se instauró la enseñanza secundaria en España, la normativa precisaba que en Madrid se tenían que crear dos institutos, medida excepcionalmente adoptada para la capital como ciudad más poblada del Reino. El caserío del Madrid de antaño se dividió en dos cuarteles separados por un eje imaginario que partía del Paseo del Prado, atravesaba la Carrera de San Jerónimo y la calle Mayor y llegaba hasta el Palacio Real. Los estudiantes de la mitad norte debían matricularse en el Instituto del Noviciado y los del sur en el de San Isidro, reparto que venía a reforzar la tradicional separación de los madrileños castizos entre “Manolos” y “Chisperos”.

La historia antigua de Madrid da cuenta de la obligatoriedad de llamar Manuel al hijo primogénito de los judíos conversos. Este hecho motivó que Lavapiés, antigua judería de la Villa, se llenase de “Manolos” y que, por extensión, se designase con ese nombre a todos los vecinos del Madrid popular que desciende hacia el Manzanares. Los vecinos del “alto” Madrid, desde la calle Barquillo hasta los Cuatro Caminos, eran los “Chisperos”, mote derivado de las chispas que se desprendían en los yunques de las fraguas que proliferaban en la zona, negocios tradicionales que dan fe del escaso desarrollo industrial alcanzado en la ciudad por aquel entonces.

El Instituto del Cardinal Cisneros estaba llamado a ser un centro “chispero”. Para cursar bachillerato en él había que ser mayor de nueve años, aprobar un examen de ingreso y, en principio, residir en la mitad norte de la ciudad. Sin embargo, la realidad era otra. El registro de matrículas deja claro que el intercambio entre los dos institutos era habitual y estaba motivado por la dificultad de las asignaturas. Los alumnos se matriculaban allí donde les era más fácil aprobar, de ahí que muchos cursaran latín en el San Isidro y matemáticas en el Cisneros.

En una sociedad como la madrileña, socialmente estratificada, los estudios de bachillerato contribuían a fortalecer las diferencias de clase. Las enseñanzas medias iban dirigidas a una élite con poder económico y excluían a los más desfavorecidos. La reputación del Instituto Cardenal Cisneros fue en aumento y se extendió más allá de la capital. Desde su creación, el centro completó su alumnado con jóvenes de la alta burguesía de todas las provincias país, tradición que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX.

Autoría: Santiago Aragón y Carmen Rodríguez Guerrero



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