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Mamiferos

 

 
 

El coleccionismo en ciencias naturales es una práctica antigua. Los primeros gabinetes de Historia Natural con una clara vocación científica surgieron en la Europa del Renacimiento. En un primer momento, las colecciones estaban sobre todo formadas por ejemplares extraños, únicos y sorprendentes, difíciles de encontrar y de interpretar a la luz de los conocimientos del momento. Los seres monstruosos, como el cordero de la fotografía, eran activamente buscados por los propietarios de esos conjuntos de maravillas o curiosidades naturales. Con el tiempo, y debido al afán sistematizador que progresivamente se impuso en el estudio de la naturaleza, la atención se fijó fundamentalmente en lo repetitivo, en las series de producciones naturales. Describir una especie de animal o de planta, o caracterizar un mineral o una roca, implicaba el estudio minucioso de un número importante de ejemplares que, con posterioridad, pasaban a engrosar los fondos de las colecciones.
 

 

En biología de la conservación, determinadas especies de animales y de plantas se denominan “especies paraguas” por su carácter emblemático. Fáciles de identificar y atractivas por su apariencia o modo de vida, su protección se convierte en el objetivo prioritario de las políticas conservacionistas y, al mismo tiempo, permite la salvaguardia del ecosistema en el que habitan y del conjunto de organismos que lo pueblan. Ese es precisamente el caso del lince ibérico (Lynx pardinus), el carnívoro más amenazado de Europa. Este felino de tamaño medio antaño ocupaba la práctica totalidad de los bosques mediterráneos de la Península Ibérica. En la actualidad, los últimos supervivientes habitan dos núcleos separados entre si, uno en las marismas del Guadalquivir y el otro en Sierra Morena. El éxito del programa de cría en cautividad y la progresiva recuperación de montes tradicionalmente ocupados por la especie, permiten augurar un buen futuro para este especie.

 

 

Muchos animales americanos, como el perezoso de tres dedos (Bradypus sp.) de la fotografía, causaron gran admiración al ser conocidos en Europa tras el descubrimiento del Nuevo Mundo. Estos mamíferos arborícolas, originarios de las selvas tropicales de Sudamérica, no podían ser comparados con ningún otro animal conocido hasta entonces. Sus pieles naturalizadas y sus esqueletos armados pronto empezaron a ser frecuentes en los gabinetes de historia natural. Extremadamente lentos en sus desplazamientos, los perezosos se alimentan exclusivamente de hojas que digieren gracias a la intervención de los microorganismos alojados en su estómago. Su defensa frente a los depredadores está basada en el camuflaje, acentuado, además de por su lentitud, por las microalgas que crecen en su pelaje. Los también llamados pericos ligeros desarrollan toda su actividad vital colgados boca debajo de las ramas de los árboles. Únicamente descienden hasta el suelo para defecar.

 

 El ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus) es uno de los mamíferos más peculiares del planeta. Se trata de una especie ovípara, es decir, que pone huevos. Pese a todo, como hacen el resto de los mamíferos, las crías se alimentan de la leche producida por sus madres. Enteramente recubiertos de pelo como el resto de las especies de su grupo, los ornitorrincos presentan numerosos caracteres ancestrales en su anatomía, como la posesión de un pico córneo, similar al de las aves y tortugas, y de una cloaca, orificio único que reúne la parte final de los tractos digestivo, urinario y genital. Su modo de vida anfibio, asociado siempre a ríos y estanques, ha modelado la morfología de su cuerpo. El “pico de pato” le permite buscar comida entre el fango del fondo, la cola aplanada le propulsa bajo el agua y la membrana interdigital de sus patas le permite bucear a gran velocidad. La única especie conocida de ornitorrinco habita la costa oriental de Australia y la isla de Tasmania.

 

 

Los felinos moteados, como el leopardo o pantera (Panthera pardus), han sido una de las principales víctimas del comercio de la piel, negocio que alcanzó gran popularidad en los años setenta y ochenta del pasado siglo. Miles de ejemplares fueron abatidos con el único fin de recuperar sus pieles para la confección de abrigos y alfombras. La mayor parte de las especies estuvieron a punto de extinguirse. Únicamente las fuertes medidas legales de protección y un afortunado cambio en el gusto lograron poner límites a la matanza. Aunque seriamente afectadas por la disminución de sus efectivos, hoy en día las poblaciones de leopardos, guepardos, jaguares o linces tienden poco a poco a estabilizarse. Los leopardos están presentes tanto en África como en Asia y su variedad melánica, es decir, fuertemente pigmentada, es la conocida pantera negra. Bagheera, el leopardo melánico de la obra de Rudyard Kipling El libro de la selva, es sin duda la pantera más conocida de la literatura universal.

 

 Los equidnas (géneros Tachyglossus y Zaglossus) son, junto con los ornitorrincos, los únicos mamíferos que ponen huevos. Estos pequeños animales nocturnos se distribuyen por Australia y las islas de Tasmania y Nueva Guinea. Son mirmecófagos, es decir, comen exclusivamente hormigas que capturan gracias a su larga lengua pegajosa. Sus fuertes garras y el afilado pico córneo les permiten destruir los hormigueros y acceder al alimento. Como mecanismo de defensa frente a los depredadores, los equidnas poseen grandes púas en el dorso. Además, son capaces de replegarse sobre si mismos hasta formar una bola y, de esta forma, proteger el vientre, mucho más vulnerable. Otros grupos de mamíferos han desarrollado estrategias defensivas similares. Es el caso del erizo, perteneciente al orden de los Insectívoros, o del puercoespín, un roedor de gran tamaño.

 

 

Autor: Santiago Aragón



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