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Profesores - IES Cardenal Cisneros

Desde su creación, una extensa nómina de profesores ejerció sus funciones en las aulas del Instituto del Cardenal Cisneros. La mayor parte de ellos ya han sido olvidados. Sin embargo, como responsables de la educación de numerosas generaciones de madrileños, todos contribuyeron a que la población de la capital fuera cada vez más libre gracias al conocimiento. Como ellos, una inmensa mayoría de los que fueron sus alumnos pasaron a engrosar la larga lista de personajes anónimos que componen una sociedad. Con todo, un puñado de profesores y alumnos del Cisneros, un reducido grupo de actores del proceso educativo, llegó a ejercer gran influencia en la sociedad española de cada momento. Sus trayectorias vitales y su obra se convierten en metonimia del benéfico influjo que el Instituto ejerció sobre todos. Durante buena parte del periodo de estudio, la educación de las clases dirigentes estuvo entre las manos de los profesores del Instituto del Cardenal Cisneros. Conscientes de ello, los catedráticos asumieron el desafío y se debatieron en distintos foros. Elaboraron manuales escolares para guiar la docencia, publicaron artículos en prensa, se dejaron oir en las reales academias y se pasearon por la escena política del país, siempre con la sana intención de mejorar la educación en España. Su influjo se manifestó de manera ostentosa sobre esa minoría de selectos, elite llamada, tras su paso por la Universidad, a asumir los puestos de alta responsabilidad en las esferas política, militar, eclesiástica, jurídica, científica, artística e intelectual. La dual tradición ideológica española se manifestó en el Instituto del Cardenal Cisneros de manera temprana. Desde 1868, cada nuevo giro en el rumbo educativo de la nación acarreaba escisiones, separaciones que, una y otra vez a lo largo de la historia, enfrentaron a profesores progresistas y conservadores en el seno del claustro. Unos y otros defendían posturas divergentes y se expresaban en lenguajes antagónicos, sin lograr nunca entenderse. Participaban en cada cambio político, frecuentaban las distintas cámaras y ministerios con aportaciones que pretendían mejorar la educación secundaria. En todos ellos encontramos fuertes dosis de voluntarismo y una innegable vinculación emocional hacia la institución, apego que se traduce en el anhelado buen funcionamiento de las aulas, de la biblioteca, de los laboratorios o del gabinete. Un número significativo de esos profesores legó al Instituto su patrimonio personal más preciado enriqueció la biblioteca con series y ejemplares bibliográficos de gran valor, o el gabinete de historia natural con valiosas colecciones científicas, generosa costumbre que sigue vigente en la actualidad.

Santiago Aragón y Carmen Rodríguez

Directores

Un director de instituto a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX era una pieza clave en la estructura jerarquizada de cada distrito universitario. Como máximo responsable de la enseñanza secundaria, el director asumía el difícil papel de conjugar los intereses del centro que representaba con los reiterados cambios impuestos en materia educativa, reformas promovidas por las diferentes administraciones de distinto signo político que se iban sucediendo. El cargo de director llevaba impuestas diversas incompatibilidades, como la limitación a la hora de dar clases particulares, de dirigir o establecer colegios privados o de poseer casas-pensión. Por el contrario, la responsabilidad del puesto se veía recompensada con una serie de privilegios. En el Instituto Cardenal Cisneros, el director recibía una gratificación de 2000 reales sobre el sueldo de su cátedra, que por aquel entonces ascendía a 12.000 reales. Tenía derecho a una casa-habitación o a una gratificación proporcional al precio de los alquileres en Madrid, suma cifrada en 3000 reales. Además, el director recibía el trato de “señoría” y la consideración de un catedrático de facultad. Como símbolos de distinción podía usar la toga, el birrete y la medalla de oro con cordón sujeto con botones de plata, atuendo que en las solemnidades académicas se completaba con unos guantes blancos y vuelos de encaje.

Catedráticos de Agricultura

La ley de 1 de agosto de 1876 posibilitó el estudio, en todos los institutos y centros de primaria, de varias disciplinas adaptadas a las nuevas necesidades sociales. La Agricultura Elemental fue una de ellas. Su cátedra en el Instituto Cardenal Cisneros fue inaugurada por el conde de Toreno, ministro de Fomento y antiguo alumno de la institución. Los catedráticos que se sucedieron al frente de la misma fueron:

Catedráticos de Ciencias Naturales

En el Instituto Cardenal Cisneros la asignatura de Ciencias Naturales fue de gran importancia, ya que dieron lugar a la creación del gabinete de Ciencias Naturales y al laboratorio de História Natural, que todavía hoy podemos disfrutar con gran cantidad de material pedagógico que nos permite conocer mejor cómo era la enseñanza de esta asignatura en el s. XIV. Además, esta cátedra fue ocupada por grandes profesores, como Manuel María José de Galdo, Nicolás Salmerón, Serafín Casas, Serrano Fatigati y Celso Arévalo.

Otras cátedras

Los profesores de enseñanza secundaria poseían gran prestigio social, cultural y político, reconocimiento que era aun mayor ante la figura del catedrático. Las plazas de los institutos de Madrid eran las más deseadas pues, además de cobrar sueldos superiores, sólo en los Institutos de la capital era posible incrementar el sueldo con los derechos cobrados por los exámenes libres, las permanencias y la publicación de libros de texto. Como bien se puede comprobar en los Archivos del IES del Cardenal Cisneros, una vez en Madrid, los profesores sólo aspiraban al desarrollo de su labor docente en la institución o al acceso a cátedras de la Universidad Central, pues en ningún caso se solicita el traslado desde Madrid a otra provincia.

Profesores auxiliares

Una vez promulgada la ley Moyano de 1857 en el Instituto del Cardenal Cisneros se consolidan diferentes categorías de docentes: auxiliares, ayudantes, agregados, supernumerarios, de prácticas o laboratorio, interinos etc. En principio, la normativa legal disponía que un catedrático ausente debía ser sustituido por otro de forma gratuita mediante un sistema de guardias rotativas. Sin embargo, el elevado número de alumnos matriculados exigía, además, el nombramiento de al menos dos profesores auxiliares, uno de ciencias y otro de letras, con una retribución económica inferior. Mientras que un catedrático cobraba 12.000 reales anuales, los auxiliares tan sólo obtenían 8000.

 

 



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