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Directores

Un director de instituto a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX era una pieza clave en la estructura jerarquizada de cada distrito universitario. Como máximo responsable de la enseñanza secundaria, el director asumía el difícil papel de conjugar los intereses del centro que representaba con los reiterados cambios impuestos en materia educativa, reformas promovidas por las diferentes administraciones de distinto signo político que se iban sucediendo. El cargo de director llevaba impuestas diversas incompatibilidades, como la limitación a la hora de dar clases particulares, de dirigir o establecer colegios privados o de poseer casas-pensión. Por el contrario, la responsabilidad del puesto se veía recompensada con una serie de privilegios. En el Instituto Cardenal Cisneros, el director recibía una gratificación de 2000 reales sobre el sueldo de su cátedra, que por aquel entonces ascendía a 12.000 reales. Tenía derecho a una casa-habitación o a una gratificación proporcional al precio de los alquileres en Madrid, suma cifrada en 3000 reales. Además, el director recibía el trato de “señoría” y la consideración de un catedrático de facultad. Como símbolos de distinción podía usar la toga, el birrete y la medalla de oro con cordón sujeto con botones de plata, atuendo que en las solemnidades académicas se completaba con unos guantes blancos y vuelos de encaje. 

Directores del Instituto Cardenal Cisneros:

1-Eusebio María del Valle

Primer director del establecimiento tras su fundación en 1845. En aquellos años iniciales los profesores de la facultad de Filosofía, junto con los catedráticos de los dos institutos madrileños, formaban un único claustro presidido por el decano de Filosofía. Eusebio María del Valle desempeñó dicha presidencia y fue director de los institutos universitarios San Isidro y Cardenal Cisneros hasta agosto de 1847.

2-Francisco Tramarría Carranza

Catedrático de francés, fue director en los años comprendidos entre 1848 y 1868. Fue nombrado en su cargo por ser el profesor de mayor edad y con más dilatados servicios. Hasta 1859, con el desarrollo normativo de la ley Moyano, sólo fue director académico, ya que la gestión administrativa y la económica eran competencia del secretario de la Universidad Central. El gobierno admitió su jubilación el 30 de octubre de 1868, pocos días después de la revolución del 24 de septiembre. Tramarria se preocupó por consolidar los estudios de segunda enseñanza y mantuvo un clima de orden y disciplina escolástica ante las quejas de los padres de alumnos, inquietos por el gran número de asignaturas que sus hijos debían cursar y por el elevado precio de las matrículas.

3-Ambrosio Moya de la Torre

Ocupó el cargo entre el 31 de octubre de 1868 y el 15 de noviembre de 1876. De carácter progresista, este catedrático de matemáticas fue nombrado director tras la Revolución de 1868 con el objetivo de llevar a cabo las reformas impuestas por los planes educativos elaborados por demócratas y krausistas. Su gestión coincidió con el ensayo de la primera renovación pedagógica oficial del bachillerato y convirtió al Instituto en un laboratorio de experimentación. El nuevo Bachillerato Moderno incorporaba materias como Educación para la ciudadanía, Arte, Biología y Ética, asignaturas que fueron impartidas por intelectuales de la talla de Nicolás Salmerón, Francisco y Hermenegildo Giner de los Ríos, Tomás Tapia, Miguel Carmona o Manuel de la Revilla. Además, se crearon clases para la educación de adultos y enseñanzas abiertas, iniciativas en las que colaboraron Ricardo Macías Picabea y Serrano Fatigati.

Durante todo su ejercicio, Moya de la Torre fue un firme defensor de la libertad de enseñanza y de la educación de la mujer. Fue cesado tras negarse a firmar la separación de Salmerón, Azcárate y Giner de los Ríos en la comisión del Consejo de Instrucción Pública que se constituyó para tal fin.

4- Acisclo Fernández-Vallín y Bustillo

Catedrático de matemáticas, fue director del Instituto desde el 13 de noviembre de 1876 hasta el 30 de abril de 1881. A propuesta suya, el conde de Toreno, ministro de Fomento, cambió el nombre del Instituto del Noviciado por el del Cardinal Cisneros, en honor del fundador de la Universidad de Alcalá de Henares. Fue académico de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid y consejero de Instrucción Pública. Recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica y el título de Comendador de número de la de Carlos III.

El proyecto pedagógico de este director contó con notables aportaciones, como el restablecimiento de las conferencias académico-literarias y las exposiciones escolares, eventos públicos que acarrearon gran popularidad y prestigio para el centro entre la sociedad madrileña y en otros foros nacionales e internacionales. Buena prueba de ello son la medalla de oro obtenida en la Exposición Universal de París, en 1878, o la mención honorífica lograda en la de Viena.

5-Manuel María José Galdo López de Neira

Ocupó el cargo desde el dos de agosto de 1881 hasta su muerte, ocurrida el 19 de julio de 1895. Personaje fundamental en la vida madrileña de finales del XIX, Galdo López de Neira, además de catedrático de Historia Natural, fue alcalde de la capital, senador del Reino y consejero de Instrucción Pública y del Monte de Piedad y Caja de Abonos de Madrid. Socio fundador del Ateneo madrileño, representó al gobierno español en la inauguración del canal de Suez en calidad de inspector general de Instrucción Pública.

Como director del Instituto, Galdo consiguió el aumento de haberes para el personal de secretaría e incrementó la dotación de los laboratorios y de la biblioteca gracias a distintas donaciones y a la asignación de una cantidad fija de los derechos de matrícula, suma íntegramente destinada a la adquisición de materiales didácticos. Durante su gobierno las aulas cambiaron de aspecto y se instalaron tarimas elevadas con barandillas protectoras y encerados de corredera. Firme defensor de la educación femenina, de las bibliotecas escolares y de la enseñanza primaria pública y gratuita, Galdo López de Neira hizo oír su voz en pro de dichas mejoras de forma reiterada en el Senado y en el I Congreso Nacional de Pedagogía.

6-Francisco Conmelerán Gómez

Director del Instituto desde el 31 de julio de 1895 hasta su jubilación el 14 de diciembre de 1918. Catedrático de latín, el profesor Conmeleran desempeñó funciones de académico y secretario de la Real Academia Española de la Lengua, institución en la que tuvo que competir con Benito Pérez Galdós para la obtención del sillón. Fue senador del Reino y consejero de Instrucción Pública. Su contribución más destacada es la elaboración del Diccionario latino-español, obra utilizada por muchas generaciones de estudiantes en nuestro país. 

7-Igancio Suárez Somontes

Tomó posesión el 17 de diciembre de 1918 y dimitió del cargo el 15 de septiembre de 1931. Catedrático de matemáticas, fue diputado en Cortes y director general de Enseñanza. Durante su mandato se instaló calefacción en el Instituto y se convirtió la biblioteca escolar en Biblioteca Pública de Madrid con servicio de préstamos.

8-Vicente García de Diego

Director del Instituto desde el 12 de noviembre de 1931, cesó en el puesto en 1936. Volvió a dirigir el centro, de forma interina, entre los años 1939 y 1942. Fue catedrático de latín y académico y bibliotecario de la Real Academia de la Lengua. Son fruto de su gestión la instalación de una cantina escolar, los servicios médicos escolares, la construcción del cinematógrafo y la pavimentación en mármol de vestíbulos y pasillos.

9- Francisco Cebrián Villegas

Catedrático de matemáticas e inspector técnico de Segunda Enseñanza, fue nombrado director el 31 de julio de 1936. Gracias a su mediación algunos alumnos pudieron seguir cursando bachillerato durante la Guerra Civil. Lo hicieron de forma irregular en el instituto Lagasca, ubicado en un hotel de tres plantas y jardín cercano a la calle Cartagena, en el barrio de Salamanca, en una zona menos castigada por la artillería. Tras la contienda, Cebrián fue desterrado a Teruel. Volvió a ocupar su cátedra en el Cisneros en el curso 1945-46 y permaneció en ella hasta su jubilación en 1957.

Autoría: Santiago Aragón y Carmen Rodríguez



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