Corales y conchas - Cardenal Cisneros
El uso de colecciones zoológicas constituye una estrategia pedagógica privilegiada que facilita la observación directa y la manipulación del animal por parte del alumno, experiencia personal única que ni la mejor imagen puede sustituir.
En el momento de su fundación, en 1845, el Instituto sólo contaba con un trozo de coral blanco como material zoológico, carencia que se solventó poco a poco. Las actas del centro ya dan cuenta de 35 animales en 1848 y la cifra no dejó de aumentar. En 1878, el inventario del gabinete deja constancia de 712 objetos relacionados con la biología animal. Actualmente, el Instituto del Cardenal Cisneros cuenta con una rica colección de zoología que permite mostrar a los alumnos los principales grupos de animales y su diversidad. Los taxones presentes son: esponjas (5), cnidarios (27), platelmintos (1), moluscos (992), artrópodos (88), equinodermos (13) y vertebrados (92 peces, 17 anfibios, 56 reptiles, 134 aves, 41 mamíferos y 20 piezas de anatomía humana).
El grupo de los cnidarios incluye los conocidos corales y las medusas. Los primeros son formas sésiles, o lo que es lo mismo, fijas al sustrato, y con frecuencia coloniales, como el coral blanco de la fotografía. Las segundas, por el contrario, son formas libres y en su mayoría pelágicas, es decir, que se desplazan en la masa de agua de los océanos, lejos de los fondos y de la costa. El nombre otorgado a este conjunto de especies deriva del vocablo griego Knide, que significa ortiga. La comparación se basa en la existencia de unas células urticantes, llamadas cnidocitos, en el epitelio externo de estos animales. El veneno elaborado por esas células especializadas sirve tanto para la captura de las presas como para la defensa del animal, y es el causante de las dolorosas picaduras provocadas por las medusas.
Los corales y madréporas siempre han formado parte de las colecciones de los gabinetes de historia natural. La razón de esta omnipresencia es que los esqueletos calcáreos de estos animales se pueden conservar indefinidamente sin ningún tipo de precaución especial. Aunque las partes vivas del animal se hayan perdido, las formas de los esqueletos, sobre todos de las finas estriaciones que se corresponden con los pliegues de la cavidad gástrica, permiten la identificación de las especies. El de la fotografía es un pólipo solitario del género Fungia, nombre que deriva de la similitud que presenta ese esqueleto con los sombrerillos de las setas y champiñones (Fungus). Estos cnidarios, similares a las más conocidas anémonas de mar, viven depositados sobre los fondos arenosos pero no llegan a fijarse sólidamente al sustrato.
Entre los cnidarios son frecuentes las especies coloniales, sobre todo en el grupo de las madréporas. Cada colonia procede de la reproducción asexual de un único pólipo fundador. Además, entre todos los individuos que la integran existen partes anatómicas compartidas, fundamentalmente un esqueleto común. La superposición de los esqueletos de las distintas generaciones de pólipos que se van sucediendo a lo largo del tiempo origina los conocidos arrecifes coralinos, más frecuentes en las aguas tropicales. La especie de la fotografía, de un llamativo color rojo, se denomina Tubipora musica por la similitud morfológica que presenta su esqueleto con los tubos de un órgano musical.
El filo de los moluscos es el mejor representado, con especies de diversa procedencia entre las que destaca una nutrida colección de conchas de Filipinas legada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. La riqueza de la colección malacológica (fundamentalmente integrada por gasterópodos y bivalvos) puede explicarse por la fácil conservación de los ejemplares, representados por sus conchas secas, por la diversidad de sus formas y por su sencilla manipulación y observación por parte de los alumnos, lo que permite realizar instructivos ejercicios de identificación de especies mediante el empleo de claves de determinación. Esta práctica, habitual entre los naturalistas, permite acercar al alumnado al estudio de la biodiversidad, tema de gran actualidad y con un futuro profesional esperanzador.
Al igual que los corales, las conchas de moluscos siempre han sido preciados objetos de colección. Por un lado, su naturaleza mineral, basada en el carbonato de calcio, facilita su conservación en seco. Por otro, la escasez y rareza de numerosas especies las convierte en preciadas monedas de cambio por las que se llegan a pagar cantidades asombrosas. Por eso no es de extrañar que la malacología, la disciplina zoológica que se ocupa del estudio de los moluscos, haya contado desde siempre con un importante número de adeptos. Especialmente apreciadas son las conchas de gasterópodo como la de la fotografía, fácilmente reconocibles por su torsión en espiral y por la gran abertura, conocida como peristoma, que permite la salida de la cabeza del animal y de su pie musculoso que le permite desplazarse.
El gabinete de historia natural del IES Cardenal Cisneros es especialmente rico en conchas de moluscos, tanto de gasterópodos como de bivalvos. Destaca en ese conjunto una nutrida colección de conchas procedentes de Filipinas que fueron legadas al centro por el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. También son abundantes las especies ibéricas, como la oreja de mar (Haliotis tuberculata) de la fotografía. En la capa más interna de la concha de esta especie el carbonato de calcio cristaliza en forma de aragonito y constituye lo que se conoce como nácar. Por ese motivo, esta especie de gasterópodo ha sido objeto de una explotación tradicional, sobre todo para la fabricación de botones. Su venta como cenicero, o como simple objeto decorativo a causa de sus reflejos iridiscentes, antaño fue una ocupación corriente en las localidades costeras.
Autoría: Santiago Aragón y Carmen Rodríguez Guerrero
Patrimonio del Instituto Cardenal Cisneros
